A ÉL TODA LA GLORIA!!!

domingo, 7 de febrero de 2016

¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!

REFLEXIONA Tus testimonios son muy firmes; La santidad conviene a tu casa, Oh jehová, por los siglos y para siempre. Salmo 93:5
TÍTULO



LA MALDAD: UN TEMA HASTA TIERRA Y CIELO NUEVOS 
LA REALIDAD ENVENENADA POR EL PECADO

El crudo testimonio de un sicario adolescente de 15 años

Los delincuentes saben que las penas por asesinato para menores de edad son laxas y de eso se aprovechan. Por eso captan a menores de edad y los usan como tiradores en los crímenes por encargo. Un informe de El Comercio lo anticipó en 2014 y un reportaje de “Cuarto Poder” confirma esta versión a través de la entrevista a uno de los sicarios juveniles.
Según el testimonio de este menor, que prefiere guardar su identidad bajo reserva, fue captado cuando tenía doce años. Hoy con 15 años dice que ha matado hasta a cuatro personas y por cada uno de los “encargos” (crímenes), dice, le pagan entre 2 y 3 mil soles.
“Somos siete ocho, somos menores de edad”. A estos menores los captan con droga, les dan dinero y armas. Por si fuera poco los instruyen en su uso para que cumplan con los “encargos”. La explicación es tan simple como siniestra: “Como la pena es muy corta, los de 13, 14 años se van presos y salen rápido (de prisión)”.
El informante teme por su vida pues dice que la propia mafia, las bandas lo busca para eliminarlo. Dice que una vez que cumplen con los trabajos, ya no los necesitan porque saben mucho. “Por eso nos quieren matar”, asegura.
Incluso da nombre de los criminales que encabezan la organización.Jiampier, que sería Jean Pierre Alburqueque Patiño, alias Loco Jean Pierre, quien cumple condena en un penal. También Harry, que sería Harry Cano Dávila, el lugarteniente de Jean Pierre conocido como el loco Harry. El reclutador sería un delincuente conocido bajo el apelativo de ‘Kissyfur’.
“La señora Blanca es la que trae todas las armas, ella es la que trae y le da a todos para que mate ¿Quién es la señora Blanca? La viuda de Juan ‘Chicharrón’”, dice. ‘Chicharrón’ era uno de delincuentes que lidero los crímenes en este distrito hace unos años.
Según la policía, los malditos de Bayóvar están detrás de toda esta ola de amenazas y sangre. “Hoy tenemos identificado como el loco Darwin quien estaría liderando el tema de las extorsiones, este individuo tiene como brazos una serie de delincuentes que tienen información de diversos negocios de la zona”, señala  el  jefe de la Dirincri, General Lavalle.
LA INTERPRETACIÓN BÍBLICA
Tarde o temprano debo encarar este asunto con lenguaje sencillo: ¿qué razón tenemos —salvo nuestros propios deseos— para creer que Dios es —en cualquier forma concebible— «bueno»? ¿Acaso la evidencia prima facie no sugiere exactamente lo opuesto? ¿Qué tenemos para contrarrestar eso?

«Cristo es nuestro argumento. Pero, ¿y si Él se hubiera equivocado? Sus últimas palabras tienen un significado perfectamente claro. Descubrió que el Ser a quien llamaba Padre era terrible e infinitamente diferente de lo que supuso. La trampa, por tanto tiempo preparada —con tanto esmero— y tan sutil carnada, saltó por fin a la cruz. Triunfó el chiste cruel … Paso a paso fuimos «dirigidos camino arriba, hacia el jardín». Otra vez, cuando más bondadoso parecía, en realidad, preparaba la próxima tortura».

Esas palabras no provienen de un ateo o escéptico que trata de sacudir la fe en Dios que alguien pueda tener. Proceden de C.S. Lewis, uno de los más grandes defensores del cristianismo. Las escribió cuando aún estaba de duelo por la pérdida de su esposa, que murió de cáncer. Tal respuesta señala que, tarde o temprano, cada uno de nosotros debe tratar el problema del dolor, es decir, el problema del mal.

Si Dios no dijera que es bueno, el problema sería sencillo, pero lo es. Si no fuera omnipotente, tal como proponen los deístas finitos, no habría dificultad alguna. Si el mal no fuera real, podríamos eludir el problema. Pero no es así. Es muy real, especialmente para quienes sufren dolor, y aunque no le demos una respuesta a cada situación individual, podemos hallar ciertos principios generales acerca del mal. Al menos podremos mostrar que la idea de un Dios bueno y poderoso no es irreconciliable con la existencia del mal.
¿QUÉ ES EL MAL?
¿Cuál es la naturaleza del mal? 
Hablamos de actos malos (asesinatos), de gente mala (Charles Manson), de libros malos (pornografía), de acontecimientos malos (huracanes), enfermedades malas (cáncer o ceguera) pero, 
¿qué hace que todo eso sea malo? 
¿Qué es el mal cuando lo vemos por sí mismo? 
Algunos han dicho que el mal es una sustancia que se adhiere a ciertos seres u objetos y los hace malos (como un virus que infecta un animal), o que es una fuerza contraria en el universo (como el lado oscuro de la película «La fuerza de Luke Skywalker»). Pero si Dios hizo todas las cosas, eso lo hace responsable del mal. 
El argumento parece ser como sigue:
1.     Dios es el autor de todo.
2.     El mal es algo.
3.     Por lo tanto, Dios es el autor del mal.
Agustín versus Maniqueo
Maniqueo fue un hereje dualista del siglo III de la era cristiana, proclamaba que el mundo fue hecho de materia no creada que era mala en sí misma. De ello deducía que toda existencia física era mala; solo las cosas espirituales podían ser buenas. Agustín escribió para demostrar que todo lo que Dios creó fue bueno y que el mal no es una sustancia.

«¿Qué es el mal? Quizá usted replique: La corrupción. Innegablemente es una definición general del mal, porque implica oposición a la naturaleza, como también herir. Pero la corrupción no existe por sí misma, sino que aparece en un ente que se corrompe, de manera que no es una sustancia. 

Así que la cosa que se corrompe no es corrupción, no es mal, pues lo que es corrupto sufre pérdida de pureza e integridad. De modo que eso que no tiene pureza que perder no puede ser corrupto; y lo que tiene es necesariamente bueno ya que participa de la pureza. 

Repito, lo que se corrompe es descompuesto; y lo que es descompuesto sufre pérdida de orden; y el orden, es bueno. Ser corrupto no implica necesariamente ausencia de bien, pues la corrupción priva de lo bueno, lo que no ocurriría si hubiera ausencia de bien». [Sobre la moral de los maniqueos, 5.7.]
La primera cláusula es verdadera. Así que parece que debemos negar la realidad del mal para negar la conclusión (como hacen los panteístas). Podemos negar que el mal es una cosa o sustancia, sin decir que no es real. 
Es cierta carencia en las cosas. Cuando lo bueno que debería haber está ausente de algo, eso es malo. Después de todo, si no tengo una verruga en mi nariz, eso no es malo; porque, en primer lugar, no debe estar allí. Sin embargo, si a un hombre le falta la habilidad para ver, eso es malo. 
Asimismo, si una persona carece de la bondad y el respeto por la vida humana que debería tener, entonces puede asesinar. El mal es, en realidad, un parásito que no puede existir salvo como una grieta en algo que debiera ser sólido.

En algunos casos, el mal es explicable fácilmente, tal como sucede con las malas relaciones. Si escojo un buen revólver, le pongo una buena bala, lo apunto a mi buena cabeza, pongo mi buen dedo en el buen gatillo y le doy un buen apretón … resulta una mala relación. 

Las cosas involucradas en esta relación no son malas en sí mismas, pero la relación entre las cosas buenas carece definitivamente de algo. En este caso, la falta o carencia se da porque las cosas no se usan como deberían usarse. Los revólveres no se deben usar para matar indiscriminadamente, aunque son buenos para el esparcimiento. Mi cabeza no fue concebida para practicar tiro al blanco. 

De igual manera, nada malo hay en los vientos huracanados que se mueven circularmente, pero la mala relación surge cuando el ojo del huracán pasa por un lugar donde están estacionadas varias casas móviles. Las malas relaciones son malas porque la relación en sí carece de algo, de modo que nuestra definición del mal sigue viva. El mal es la falta de algo que debería haber en la relación entre las cosas buenas.
¿DE DÓNDE VINO EL MAL?
En el principio era Dios, y Él era perfecto. Luego, el perfecto Dios hizo un mundo perfecto. Entonces, ¿cómo entró el mal en este cuadro? Resumamos así el problema:
1.     Toda criatura que Dios hizo es perfecta.
2.     Pero las criaturas perfectas no pueden hacer lo que es imperfecto.
3.     De modo que toda criatura que Dios hizo no puede hacer lo que es imperfecto.
Pero si Adán y Eva eran perfectos, ¿cómo cayeron? No culpe a la serpiente, porque eso haría retroceder la cuestión; ¿acaso Dios no hizo también perfecta a la serpiente? Algunos han llegado a la conclusión de que debe haber alguna fuerza que es igual a Dios o que está fuera de su control. O quizás Dios no sea tan bueno, después de todo. Tal vez la respuesta se halle en la idea misma de la perfección.
1.     Dios hizo todo perfecto.
2.     Una de las cosas perfectas que hizo Dios fueron las criaturas libres.
3.     El libre albedrío es la causa del mal.
4.     Entonces, la imperfección (el mal) puede surgir de la perfección (no directa, sino indirectamente a través de la libertad).
Una de las cosas que hace que los hombres (y los ángeles) sean moralmente perfectos, es la libertad. Podemos decidir lo que hacemos. Dios nos hizo así para que pudiéramos ser como 
Él y pudiéramos amar libremente (el amor forzado no es amor del todo, ¿cierto?). Pero al hacernos así, también permitió la posibilidad del mal. Para ser libres no solo debíamos tener la oportunidad de escoger el bien, sino también la habilidad para escoger el mal. Ese fue el riesgo que Dios corrió conscientemente. Pero eso no lo responsabiliza del mal.

DOS CLASES DE DEPRAVACIÓN
Metafísica
Moral
De la materia
De la intención o voluntad
Falta de ser o de poderes
Falta de un buen propósito
Efectúa lo que es
Efectúa lo que uno hace
Conduce a la inexistencia
Conduce a actos malos
Un autom óvil totalm ente
La persona totalmente depravada
depravado es una mancha
es aquella que no tiene
de óxido en la carretera
intención de hacer el bien.
Definición del libre albedrío
Hay varios aspectos en los que abunda la confusión acerca de qué significa el libre albedrío. Algunos dicen que se refiere a la habilidad de desear, pero un concepto mejor sería que es la capacidad de decidir entre alternativas. 
El deseo es una pasión, una emoción; pero la voluntad es una opción entre dos o más deseos. Otros piensan que ser libre es carecer de alternativas limitantes —uno debe ser capaz de hacer lo que quiera—, pero lo opuesto a la libertad no es carecer o tener pocas alternativas, sino ser obligado a elegir una cosa y no otra. La libertad no radica en las opciones ilimitadas, sino en la opción sin trabas entre cualesquiera de las ya existentes. 
La decisión se toma libremente en la medida en que la elección provenga del individuo antes que de una fuerza externa. El libre albedrío significa, entonces, la habilidad para efectuar una decisión no forzada entre dos o más alternativas.
Dios creó la libertad como un hecho; nosotros desarrollamos el potencial de ese hecho. Dios hizo posible el mal; los hombres lo hicimos evidente. La imperfección provino del abuso de nuestra perfección moral como criaturas libres.

La misma respuesta se aplica al caso de la serpiente. Dios hizo a Satanás, el más bello de todos los seres creados, con la perfección del libre albedrío. Satanás se rebeló contra Dios; ese fue el primer pecado, y el patrón para todos los pecados siguientes. Algunos preguntan: «¿Qué hizo pecar a Satanás?» Es como preguntar qué causó a la primera causa; fuera de su propio libre albedrío, nada lo hizo pecar. Él mismo fue la primera causa de su pecado, y no se puede retroceder más allá de eso. Cuando pecamos, en definitiva somos la causa del mal que hacemos, por nuestra propia voluntad.
¿POR QUÉ NO SE PUEDE PARAR EL MAL?
La forma clásica de este argumento lleva siglos resonando en los pasillos de las universidades.
1.     Si Dios fuera todo bondad destruiría el mal.
2.     Si Dios fuera omnipotente, podría destruir el mal.
3.     Pero el mal no es destruido.
4.     Por lo tanto, no hay tal Dios.
¿Por qué Dios no ha hecho algo respecto del mal? Si pudiera y quisiera hacerlo, ¿por qué seguimos teniéndolo? ¿Por qué es tan persistente? ¡Y ni esperanzas de que disminuya!

Hay dos respuestas para esta clase de pregunta. Primero, el mal no puede ser destruido sin destruir la libertad. Como dijimos antes, los seres libres somos la causa del mal y la libertad nos fue dada para que pudiéramos amar. El amor es el supremo bien para todas las criaturas libres (Mateo 22:36, 37), pero ese amor es imposible sin libertad. De modo que si se destruyera la libertad, lo que es el único modo de terminar con el mal, sería malo en sí mismo porque privaría de su supremo bien a las criaturas libres. De ahí que destruir el mal sea realmente malo. Si va a ser superado, tenemos que hablar de derrotarlo, no de destruirlo.

El argumento contra Dios a partir del mal plantea algunos supuestos arrogantes. Que el mal no sea destruido ahora, no significa que nunca lo será. El argumento implica que si Dios no ha hecho algo hasta hoy, es que nunca lo hará. Eso presupone que la persona que argumenta así tiene alguna información sobre el futuro. Si reformulamos el argumento para corregir ese descuido, encuadrándolo en la perspectiva temporal resulta que reivindica a Dios.
1.     Si Dios fuera todo bondad, derrotaría al mal.
2.     Si Dios fuera omnipotente, podría derrotar al mal.
3.     El mal no ha sido derrotado todavía.
4.     Por lo tanto, Dios puede, y algún día derrotará al mal.
El mismo argumento usado contra la existencia de Dios se convierte en Su reivindicación frente al problema del mal. Resulta incuestionable que si eso no ha ocurrido, y si Dios es como suponemos que es, es porque todavía no hemos esperado suficiente tiempo. Dios aún no ha terminado. E capítulo final aun no se ha escrito. Evidentemente, Dios prefiere entendérselas con nuestras voluntades rebeldes antes que imperar de manera soberana sobre rocas y árboles. Aquellos que quieran una solución más rápida para este conflicto tendrán que esperar.
Pierre Bayle (1647–1706), fue uno de los escépticos más influyentes del siglo diecisiete. Sus escritos, y en especial su Diccionario que establece este argumento, tuvieron un profundo efecto en escritores de la Ilustración como Hume, Voltaire, Berkeley, y Diderot. Intentó confrontar cada error cometido por los filósofos, y en base a ello, proveer fundamento para objetar virtualmente todo. Quiso demostrar que todo razonamiento humano está lleno de contradicción y absurdos. En otra serie de artículos, muestra que los cristianos no pueden refutar la doctrina del dualismo maniqueísta (acerca del bien y del mal). Sin embargo, Bayle, se proclamaba cristiano y defensor del calvinismo. En uno de sus últimos mensajes escribió: «Muero como un filósofo cristiano, convencido y conmovido por la bondad y la misericordia de Dios. Les deseo una felicidad perfecta». No es aún claro cómo reconciliaba Bayle esas ideas.
¿CUÁL ES EL PROPÓSITO DEL MAL?
La pregunta que ruge en la mente de aquellos que sufren es: «¿Por qué?» «¿Por qué perdí mi pierna?» «¿Por qué se quemó la iglesia?» «¿Por qué tuvo que morir mi hijita?» «¿POR QUÉ?» Es lamentable, pero no siempre podemos darles una respuesta que satisfaga a las almas que sufren o una explicación a su dolor. Pero podemos contestarles a quienes usan esto como razón para negar la existencia de Dios. El argumento que ellos plantean es este:
1.     No hay buen propósito en tanto sufrimiento.
2.     Un Dios bondadoso debe tener un buen propósito para todo.
3.     Así que no puede haber un Dios completamente bondadoso.
Podemos tratar este problema en dos formas. Primero necesitamos hacer una distinción. Hay una diferencia entre lo que sabemos acerca del propósito del mal y el propósito que Dios tiene con él. Aunque no conozcamos Su propósito, puede que tenga una buena razón para permitir el mal en nuestras vidas. Por eso no podemos asumir que no hay un buen propósito para algo, solo porque no sepamos cuál pueda ser.

Es más, conocemos algunos de los propósitos de Dios para el mal. Por ejemplo, sabemos que, a veces, Dios lo usa para advertirnos respecto a males mayores. Cualquiera que haya criado a un niño, habrá pasado por el tiempo en que teme que, por primera vez, el bebé toque una estufa encendida. No deseamos ni pensar en eso, pero sabemos que una vez que lo haga, no volverá a hacerlo. Al instante, y por su experiencia, se hace consciente del significado de la palabra «caliente», y obedecerá nuestra advertencia con rapidez cada vez que la usemos nuevamente. Ese primer dolorcito es permitido para evitar el riesgo de dolores más intensos.

El dolor también nos impide autodestruirnos. ¿Sabía usted por qué los leprosos pierden sus dedos, la nariz, etc.? Usualmente, esto no se relaciona en forma directa con la enfermedad en sí. La lepra les hace perder la sensibilidad en sus extremidades y, literalmente, se autodestruyen. No sienten dolor cuando agarran una olla caliente, de modo que continúan con ella hasta que se les quema la mano. Tampoco sienten las cosas con que se tropiezan o golpean, de manera que las golpean con gran fuerza, sin detenerse. Al no sentir dolor, se infligen tremendos daños sin siquiera darse cuenta.
La dádiva del dolor
El doctor Paul Brand, destacado investigador y terapeuta de la enfermedad de Hansen, expresó significativos conceptos acerca del problema del dolor. El doctor Brand, luego de examinar a tres pacientes —Lou, que pudo haber perdido su pulgar tocando un instrumento de cuerdas; Héctor, que no puede sentir el daño que se hace en la mano cuando limpia el piso con un paño; y José, que no quiere usar zapatos especiales para impedir la pérdida de los muñones que una vez fueron sus pies— manifiesta lo siguiente:
«El dolor suele ser considerado como el gran inhibidor que impide ciertas actividades, pero yo lo percibo como el gran libertador. Miren estos hombres. Lou: buscamos desesperadamente una manera que le dé la simple libertad de tocar este instrumento de cuerdas. 
Héctor: ni siquiera puede limpiar un piso sin causarse daño. José: demasiado orgulloso para el tratamiento apropiado, se le ha dado un zapato especial para que evite perder lo que le queda de sus pies. No puede vestirse bien ni caminar normalmente, pues para eso necesitaría la dádiva del dolor. (Tomado de Where is God When It Hurts? [¿Dónde está Dios cuando duele?], por Philip Yancey, Zondervan, Gran Rapids, 1977, p. 37.)
Aunque eso parece un precio altísimo, algo del mal ayuda a que haya un bien mayor. La Biblia ofrece varios ejemplos de este caso en hombres como José, Job y Sansón. Cada uno de ellos pasó por periodos de intenso sufrimiento, mas ¿cómo habría sobrevivido la nación de Israel a la hambruna de la época, y cómo habría tenido dónde refugiarse si José no hubiera sido vendido como esclavo por sus hermanos, y después encarcelado injustamente? ¿Habría sido Job capaz de crecer espiritualmente en forma tan marcada si no hubiera sufrido antes? (Job 23:10). ¿Qué clase de líder habría sido el apóstol Pablo si no hubiera sufrido tal humillación después de la exaltada revelación de Dios que recibió? (2 Corintios 12). José sintetiza el asunto cuando les dice a sus hermanos:
«Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo» (Génesis 50:20).
Por último, permitir algo de mal, en realidad, ayudará a derrotarlo. Uno de los primeros pasos de ciertos programas de rehabilitación para adictos (al alcohol, tabaco, marihuana, cocaína), consiste en darle al paciente todo lo que pueda tolerar de la sustancia que lo esclaviza, hasta que se harta de ella. Resulta más fácil dejar algo una vez que uno ha tenido una mala experiencia con eso. 
Proyectos como «Scared Straight» [Experiencias correctivas] —que consiste en confrontar a la persona con las consecuencias del aislamiento—, puesto en práctica por Rahway Prison, una cárcel norteamericana, han evitado que muchos jóvenes continúen una vida delictiva, pues los reos condenados que les hablan de lo que es vivir en la cárcel a los grupos de jóvenes son gente que ha hecho sufrir y que sufre. Además, tenemos el ejemplo por excelencia: la cruz. Resulta obvio que fuera ella infinita injusticia para un Hombre inocente, a fin de que pudiera acaecernos lo bueno a todos. El mal que soportó como sustituto nuestro nos permite tener libre acceso a Dios sin temor, porque allí fueron eliminados nuestra culpa y castigo.

C. S. Lewis dijo: «Dios nos susurra en nuestros placeres, habla en nuestra conciencia, pero grita en nuestros dolores; el dolor es su megáfono para despertar a un mundo sordo». En cierto sentido, necesitamos el dolor para que no nos venza el mal que elegiríamos si no se sintiera. Nos alerta al hecho de que hay cosas mejores que la miseria.
En la cruz
¿Por qué permitió Dios que su propio Hijo sufriera esa cruel y violenta muerte, como si fuera un delincuente, cuando nada malo hizo y, por naturaleza, no tenía necesidad de morir? Esta injusticia es sumamente difícil de explicar, a no ser que con la muerte de Cristo se cumpliera un bien mayor, lo cual oscurezca lo malo del hecho. 
La propia explicación de Jesús fue que vino «para dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10:45); y añadió: «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por[a favor de] sus amigos» (Juan 15:13). Hebreos 12:2 establece el propósito de Jesús, «el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio», significando que la reconciliación de los pecadores era digna del sufrimiento. 
Como lo dijo Isaías: «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (53:5). El supremo propósito y el mayor bien derivados de la muerte de Cristo, nuestro sustituto por el castigo de nuestros pecados, es más importante que el mal inherente al proceso.
¿TIENE QUE HABER TANTO MAL?
La magnitud del mal plantea un problema. Ciertamente no tiene que haber tanto mal para cumplir los propósitos de Dios. ¿No podría haber una violación menos, un chofer borracho menos? Eso mejoraría al mundo. Por supuesto, esa teoría del «uno menos» podría aplicarse hasta que no haya más mal. Eso puede llegar al siguiente caso extremo: ¿Qué hay con el infierno? ¿No sería mejor tener una persona menos allí? Puesto que ambas preguntas tienen la misma respuesta, veamos algunos planteamientos:
1.     El bien supremo es salvar a todos los hombres.
2.     Una persona en el infierno sería menos que el bien supremo.
3.     Por lo tanto, Dios no puede enviar a alguien al infierno.
Para responder esta objeción, volvamos al tema del libre albedrío. Es cierto que Dios desea que todos los hombres sean salvos (2 Pedro 3:9), pero eso significa que tienen que elegir amarlo y creerle [a Dios]. Ahora bien, Él no obliga a nadie a amarlo. El amor obligado es una contradicción. El amor debe ser espontáneo: es una elección libre. De modo que algunos hombres optan por no amar a Dios aunque Él lo desee (Mateo 23:37). 
Todos los que van al infierno van debido a su libre elección. Puede que no quieran ir allí (¿quién querría?), pero es lo que deciden. Optan por rechazar a Dios aunque no deseen el castigo. Las personas no van al infierno porque Dios las mande allí, sino porque ellas lo eligen, y Dios respeta su libertad. «Al final hay dos clases de personas: los que le dicen a Dios: «Hágase tu voluntad»; y aquellos a quienes Dios les dice: «Hágase tu voluntad». Todos los que están en el infierno lo eligieron».
Los hombres eligen el infierno
Juan 3:18: «El que en él cree no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios».
Juan 3:36: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él».

Juan 5:39, 40: «Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida». Juan 8:24: «Porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis».

Juan 12:48: «El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero».
Lucas 10:16: «El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió».
Ahora, si es así como se decide el destino eterno, no habría una persona mala en el infierno; se necesitaría ser más que malo (y alguien así, aunque se decidiera por Dios, sería enviado al infierno de cualquier forma).

No obstante, un mundo en el que algunos van al infierno no es el mejor de todos los mundos concebibles, pero puede ser el mejor de todos si se desea mantener el libre albedrío. De igual modo, el mundo podría mejorar si hubiera un delito menos, pero debe darse lugar a que el delincuente potencial tenga la posibilidad de optar por eso. Sea que hablemos de los pecados diarios del camino o del mayor de todos (rechazar a Dios), la respuesta a esta pregunta es la misma.
¿NO PODRÍA DIOS HACER UN MUNDO SIN MAL?
La última objeción que debemos revisar afirma que, en primer lugar, Dios podría haber hecho algo mejor cuando diseñó el mundo. Es posible que pudiera haber creado un mundo sin mal. 
He aquí el argumento:
1.     Dios sabe todo.
2.     Así que Dios sabía el mal que ocurriría al crear el mundo.
3.     Dios tenía otras posibilidades de evitar el mal. Podía haber:
   a.     no creado,
   b.     creado un mundo sin criaturas libres,
   c.     creado criaturas libres que no pecaran,
   d.     creado criaturas libres que pecaran, pero que al final fueran salvadas.
4.     Entonces, Dios podía haber creado un mundo que no incluyera al mal o al            infierno
Eso parece un argumento bastante fuerte, puesto que Dios tuvo todas esas opciones. La pregunta es: «¿Son esas opciones realmente mejores que el mundo que tenemos?» Examinémoslas una por una.
MUNDOS POSIBLES
DIOS PODÍA HABER NO CREADO
Este argumento supone, de manera errónea, que nada es mejor que algo. Sugiere que hubiera sido mejor que no existiera nada de mal que algo de él. Pero eso no toma en cuenta que las cosas creadas fueron buenas y que fue bueno que simplemente existieran. Ese bien pudo no haber existido si Dios no lo hubiera creado. Además, la objeción en verdad carece de sentido. 
En efecto, plantea que: «Habría sido moralmente mejor que Dios hubiera hecho un mundo amoral». Pero lo que carece de moralidad atribuible no puede ser mejor ni peor. No posee estado moral; ni siquiera tiene estado real. No es como comparar manzanas con naranjas, porque esas frutas, en última instancia, existen. Aquí se compara nada con algo.
DIOS PODÍA HABER CREADO UN MUNDO SIN CRIATURAS LIBRES
Dios pudo haber poblado la tierra con animales o robots que solo hicieran Su voluntad, pero esta opción cae en el mismo problema que la primera: es una opción amoral. Un mundo amoral no puede ser moralmente bueno. De nuevo, no podemos comparar lo que es «no bueno» (es decir, moralmente neutro) con lo que es malo. 
Hay una diferencia insuperable entre lo que tiene ningún valor moral y lo que tiene algún valor moral, sea cual sea su magnitud. Además, aunque no hubiera corrupción moral en tal mundo, seguiría habiendo corrupción física. Los animales seguirían degenerándose físicamente y deteriorándose. Solo porque no haya criaturas libres no significa que no pueda haber mal físico. Eso sería intercambiar una forma de mal por otra.
DIOS PODÍA HABER CREADO CRIATURAS LIBRES QUE NO PECARAN
Lógicamente es posible tener libre albedrío y no pecar. Adán lo hizo antes de la caída. Jesús lo hizo durante toda su vida (Hebreos 4:15). La Biblia dice que algún día habrá un mundo en el cielo donde todos tengan libre albedrío, pero donde no habrá pecado alguno (Apocalipsis 21:9–27). 
No hay problemas con la idea de un mundo así, pero no todo lo que es lógicamente posible se convierte en realidad. Es lógicamente posible que Estados Unidos perdiera la Guerra de Independencia, pero no es eso lo que sucedió. En igual forma, es concebible que las criaturas libres nunca pequen, pero lograrlo es otra cosa. 
¿Cómo podría Dios garantizar que nunca pecarían? Una manera sería interferir sus libertades, por ejemplo, instalando alguna forma de mecanismo que interviniera para cambiar la decisión de las criaturas cuando estuvieran por elegir algo malo, alguna especie de distracción que viniera a cambiar sus decisiones. 
Quizá también podría haber programado a las criaturas para que solo hicieran cosas buenas, pero ¿son realmente libres esa clase de criaturas? Cuesta mucho calificar de libre a una opción si fue programada de modo que no hubiera alternativa. Si nuestras acciones simplemente se desvían para no hacer el mal, ¿no son, en realidad, malos los motivos de la decisión que casi tomamos? Un mundo así, donde nadie peque podría ser concebible, pero no es realmente factible.

Más allá de todo esto, un mundo de libertad sin mal sería en realidad inferior moralmente con respecto al mundo actual, en el que los hombres son retados a hacer el bien y a vencer las malas tendencias. Eso no podría suceder en un mundo sin mal. Las virtudes supremas y los más grandes placeres son imposibles si no tienen una oposición como precondición. 

El valor solo puede aparecer donde hay verdadero miedo al peligro. La abnegación es noble solo donde es necesario vencer el egoísmo que se le opone. Mejor es tener la oportunidad de alcanzar lo supremo que estar confinado a lograr lo mediocre sin oposición.
Hay una antigua anécdota acerca de un sacerdote irlandés que acababa de predicar un fuerte sermón en el que denunciaba el pecado; al finalizar el servicio, estuvo saludando a la congregación. Una anciana viuda, que estaba entre quienes lo felicitaban por su valentía, le tomó su mano y, alegremente, le dijo: «Padre, me alegró tanto escuchar su sermón de hoy; quiero que sepa que he llevado una vida santa durante algún tiempo. No he pecado en los últimos treinta años». El sacerdote, un poco turbado ante tanta arrogancia, replicó: «Querida señora, siga así por otros tres años y batirá todos los récords». El pecado puede ser inevitable en las actitudes, aunque no sea evidente en las acciones.
DIOS PODÍA HABER CREADO CRIATURAS LIBRES QUE PECARAN, PERO QUE AL FINAL FUERAN SALVADAS
Esta opción comete el mismo error que la anterior, precisamente por suponer que Dios puede manipular la libertad humana para elegir el bien. Algunas personas opinan que Dios nunca dejará de seguir a una persona hasta que esta decida correctamente, pero ese enfoque no considera con seriedad la doctrina bíblica que dice que el infierno es real para algunos. 
Tal perspectiva sugiere que Dios salvará a los individuos pese a lo que tenga que hacer. Pero debemos recordar que Él no puede obligarlos a que lo amen. El amor a la fuerza es una violación; y Dios no es un violador divino. Él no hará nada que coercione las decisiones de ellos. 
Dios no salvará a los hombres a todo costo. Él respeta la libertad de ellos, y concuerda con la decisión que escojan. Él no es un titiritero, sino un ser amoroso que busca a la humanidad, atrayéndola a sí mismo.
ENTONCES, ¿POR QUÉ ELIGIO DIOS ESTE MUNDO?
¿Es este el mejor de los mundos que Dios podía haber hecho? Tal vez no, pero es el mejor camino al mejor mundo. Si Dios va a preservar la libertad y a la vez derrotar al mal, entonces esta es la mejor forma de hacerlo. La libertad se conserva cuando cada persona decide libremente cómo determinar su destino. 
El mal es derrotado cuando aquellos que rechazan a Dios son separados de los otros, las decisiones de todos tienen carácter permanente. Los que eligieron a Dios serán confirmados en su decisión, y el pecado cesará. 
Aquellos que rechazaron a Dios están en cuarentena eterna y no pueden alterar el mundo perfecto que habrá de venir. El objetivo definitivo del mundo perfecto con criaturas libres se logrará, pero la manera de llegar allí exige que los que abusan de su libertad sean expulsados. Dios nos asegura que serán salvados, en la medida de lo posible, todos los que crean (Juan 6:37). 
Dios ha provisto en Cristo la salvación de todos (1 Juan 2:2). Él espera pacientemente, deseando que todos los hombres sean salvados (2 Pedro 3:9) pero, como Jesús dijera conmovido por Jerusalén:
«¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!» (Mateo 23:37).
Como lo manifestara el ateo Jean-Paul Sartre en su obra Sin salida, las puertas del infierno están cerradas por dentro, debido a la libre opción del hombre.

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