A ÉL TODA LA GLORIA!!!

miércoles, 3 de junio de 2015

No teman a los que matan el cuerpo pero al alma no pueden matar, teman más bien al que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.




 El miedo: ¿Qué miedo?

No estoy hablando del tipo de miedo que te impide caer de un precipicio, o que te hace obedecer el rótulo en el zoológico: “¡No meta las manos en la jaula de los leones!” Dios nos ha dado la capacidad de temer con un propósito sano, tal como nos ha dado todas las demás emociones para un uso apropiado. Las emociones nos ayudan a honrar y servir a Dios. Gracias al miedo sano, podemos escapar de muchos accidentes y peligros que destruirían a la mayoría de nosotros antes de llegar a ser adultos.

Lo que vamos a considerar aquí son aquellos temores irracionales, que nos asedian de manera espontánea, o los temores suficientemente racionales en sí, pero que llegan a dominar todo momento del día. Estamos hablando de aquellos miedos que no puedes olvidar, los cuales te impulsan a hacer muchas cosas ¡que ni quieres hacer! De hecho, el miedo puede apretar tanto que en ocasiones te puede parecer que es una fuerza externa a ti que te ha tomado cautivo.

Debido a los temores, algunas personas han cambiado trabajo. Otros se han pasado a otro lugar del país. Otros se han encerrado en sus casas sin salir más, o han matado, o se han internado en asilos. Por miedo a los gatos, o a puentes, o a ascensores, u a otras personas algunos han desarrollado estilos de vida que son raros e infructuosos. Cuando se apodera de nosotros este tipo de miedo, un miedo fuera de control (o mejor dicho, un miedo en control absoluto) –este es el miedo que tú has llegado a tener–.

“¡Sí”, me dices, “Tú comprendes mi problema. Tú entiendes la tortura que soporto cuando la mano helada del terror agarra mi corazón. ¡Tú sabes cuánto miedo siento con tan sólo pensar en mis miedos! Pero ¿me puedes ayudar? Estos miedos son tan fuertes, que me pregunto si hay algún poder que los podría alejar de mí. ¡Haría cualquier cosa para sacar este monstruo de mi vida!”

Sí, ¡hay esperanza! Pero tu esperanza nunca se hallará en los esfuerzos tuyos para alejar el miedo. De hecho, cuando tú dices, “Haría cualquier cosa…” estás mostrando evidencia de que tienes una actitud muy contraria a la que se necesita para librarte de los temores.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario