Ser padres en una cultura en contra de las “nalgadas”
Este
tema es inexplicablemente desconcertante para muchos padres. En parte,
la confusión se debe al tiempo en que nos toca vivir. Durante medio
siglo, se ha popularizado un descrédito del castigo corporal como algo
inherentemente impropio, contraproducente y perjudicial para el niño. La
psicóloga, madre y notoria activista en contra del castigo corporal
Penelope Leach resume la perspectiva humanista típica acerca del castigo
corporal: “Creo que dar zurras a un niño, o darle palmadas, bofetadas, o
sacudirlo, o pegarle, o darle con la correa, está muy mal. Creo
también… que lejos de producir personas más disciplinadas, el castigo
corporal hace mucho más difícil enseñar a los niños cómo comportarse”.
Observe cómo iguala dar una azotaina (en las nalgas) a un niño con darle
bofetadas en la cara, puñetazos, sacudirlo, darle azotes o darle con
los nudillos. Esas cosas no son lo mismo; y no deberían asemejarse a la
vara de la disciplina administrada con amor.
Los
que se oponen al castigo corporal citan a menudo estudios y
estadísticas que parecen apoyar sus hallazgos, pero precisamente debido a
que comienzan identificando actos brutales de violencia contra
niños con una disciplina corporal administrada de forma apropiada, sus
resultados son distorsionados. Lógicamente, los castigos crueles y la violencia bruta contra los niños están mal, son contraproducentes y antibíblicos.
La Biblia señala, sin embargo, la vara de la disciplina como un aspecto necesario
de la crianza de los hijos. De hecho, la Biblia contradice de plano a
los que en la actualidad se oponen al castigo corporal: “El que detiene
el castigo, a su hijo aborrece” (Pro. 13:24). “La necedad está ligada en
el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él”
(22:15). “Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol” (23:14;
ver también 10:13; 19:18).
Además, según un artículo del año 1998 del U.S. News and World Report,
“los expertos en crianza infantil” han basado todas sus conclusiones en
contra del castigo corporal “en unos datos de investigación que en el
mejor de los casos son cuestionables, y en el peor, muy defectuosos”.
Según dicho artículo, algunos estudios recientes indican que las
“nalgadas”, cuando se emplean de manera apropiada, hacen que los niños
“se sientan menos inclinados a pelearse con otros y más inclinados a
obedecer a sus padres”. De hecho, en un estudio muy exhaustivo, el
psicólogo Robert E. Larzelere, director de investigación residencial en
Boys Town, en Nebraska, encontró que ninguna otra técnica de disciplina,
incluyendo el “tiempo fuera” y la pérdida de privilegios, tuvo
resultados más beneficiosos para los niños menores de trece años que los
azotes no abusivos, en términos de conseguir que los niños cumplan los
deseos de sus padres.
Muchos
de los que se oponen al castigo corporal sencillamente no están
dispuestos a contemplar los hechos y las estadísticas de manera
racional. Un crítico del castigo corporal dice abiertamente que, en lo
que a él respecta, “golpear a los niños no es un tema al que se pueda
aplicar un debate racional. Es una manifestación más de la explotación
singular de los Estados Unidos de los niños como modelos para normas de
comportamiento absolutistas y castigos austeros que los adultos no se
impondrían a sí mismos.” (Mike A. Males, The Scapegoat Generation, 116).
Los padres cristianos no deben ser engañados por estos "expertos". La Escritura misma recomienda la disciplina corporal
y advierte a los padres para que no abandonen el uso de la vara. Al
final, se verá que los hechos están de acuerdo con la Palabra de Dios. Y
en ese orden de ideas, el artículo del U.S. News ofrece, en
realidad, algunos consejos muy sólidos: "Una de las lecciones de la
controversia con respecto a las “nalgadas” es que si los padres lo hacen
o no, importa menos que la forma en que lo hacen... Una sola palabra de
reprobación puede hacer que un niño sensible llore, mientras que un
joven más enérgico podría necesitar medidas más fuertes. En definitiva,
las nalgadas deben hacerse en privado para evitar a los niños
humillación; y sin ira" (Fuente de Internet).
Valdría
la pena reiterar el hecho de que la disciplina de los padres no debe
perjudicar al niño. Nunca es necesario que sus hijos tengan moretones
con el fin de golpearlos lo suficiente para que entiendan. Las nalgadas
deben administrarse siempre con amor y nunca cuando el padre está
en un ataque de rabia. Ese tipo de disciplina es realmente abusiva,
incorrecta y perjudicial para el niño ya que destruye el ambiente de
crianza amorosa e instrucción que Efesios 6:4 describe.
Además,
las nalgadas no son en absoluto el único método que los padres deben
administrar para disciplinar. Hay muchas otras formas viables de
castigar a los niños que, en ocasiones, se pueden utilizar además de la
vara. Si el niño responde inmediatamente a una reprimenda verbal en una
situación dada, una paliza probablemente no es necesaria. Otros
castigos, tales como la quita de privilegios, también se pueden utilizar
como alternativas ocasionales a la zurra si el caso lo requiere.
Gran
parte de nuestra disciplina parental debe ser totalmente positiva. Los
padres pueden y deben orientar a sus hijos al recompensarlos por su buen
comportamiento, así como castigarlos por su mal comportamiento. Ambos
lados de la ecuación son importantes. La motivación positiva es
totalmente legítima y puede a menudo ser un medio eficaz de lograr que
los niños obedezcan. Nótese, en efecto, que la promesa de Dios en el
quinto mandamiento es una motivación positiva. El mandamiento fue
reforzado con una promesa, no con una amenaza. A menudo es apropiado
decir a su hijo: "Si haces esto, te recompensaré de este modo."
La
disciplina equilibrada involucra a los refuerzos positivos y negativos.
De hecho, podríamos resumir toda la disciplina diciendo que significa dar la recompensa adecuada a la conducta.
Cuando la conducta (incluyendo las actitudes y las acciones) es buena,
una recompensa positiva está justificada. Cuando la conducta es mala,
corresponde una recompensa negativa. Es realmente así de simple.
Sin
embargo, los padres parecen irremediablemente confundidos acerca de
estos temas. Incluso muchos padres cristianos que conozco están
prácticamente paralizados por el temor acerca de cuándo, cómo y cuánto
disciplinar a sus hijos. Pero lo qué dice la Escritura es claro: Usted
tiene un hijo depravado y necio; y si usted quiere que él no sea tan
necio, dele unas nalgadas (Prov. 22:15). Usted tiene una responsabilidad
solemne ante Dios de proveer a su hijo un ambiente de crianza e
instrucción en donde siempre estará expuesto a la verdad de Dios (Deut.
6:6-7). En resumen, es necesario tener cuidado de no provocar a sus
hijos a la ira, sino criarlos en disciplina y amonestación del Señor
(Efesios 6:4).
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